Todo padre busca la superación de su hijo. Mostrándole
su trabajo, alentándolo a estudiar, preguntando qué será de grande, todo por
verlo desarrollarse profesionalmente. En efecto, el ser humano tiende a
superarse, a desarrollarse en cada aspecto de su vida. Así es como cada día
aprendemos algo nuevo, como recordamos lo bueno para repetirlo y lo malo para
ser corregido. Sin embargo, el camino hacia la superación no es precisamente
sencillo. Si bien es una condición inherente al ser humano, eso no implica que
se lleve a cabo a cabalidad. Así como por naturaleza nos alimentamos, y no por
eso lo hacemos bien siempre, por lo mismo tendemos a la autorrealización, pero
esta ha de ser guiada para llegar a donde se espera.
Al nacer, sabemos algunas cosas, como respirar,
succionar o llorar, al mismo tiempo hay otras que deben recibir un estímulo
para iniciarse, como caminar, sostener, hablar. No obstante, ninguna de estas
se desarrollaría, de no ser por el instinto de supervivencia. Quiero decir que
tenemos grandes potencialidades, que para ser puestas en práctica debe existir
una necesidad. En el vientre materno, no es necesario respirar para vivir,
tampoco llorar, mucho menos hablar. Sin embargo, fuera de él, moriríamos de no
ser capaces. Así, cada vez desempeñamos mejor estas tareas, nos desarrollamos.
Ahora, cuando la demanda es más exigente y la mejoría se acompaña de esfuerzo y
trabajo que escapa de lo “natural” (como el habla o el andar), la mejoría es
más lenta, incluso puede no darse en absoluto. En ese sentido, retomando lo
expuesto en la primera oración, ¿cómo hacer para que mi hijo se “supere”?
Al igual que todas las capacidades del ser
humano, esta también puede entrenarse, solo hay que saber cómo. Seguro hay
diversas maneras, cada una con sus fortalezas y debilidades. Yo, como psicólogo
deportivo, tengo la convicción que el deporte es uno de los mejores medios para
desarrollarla. Por dos motivos principales, el primero es que la
autorrealización requiere de un nivel motivacional alto, en otras palabras, no
desarrollaremos una capacidad que no nos interesa poseer. Al mismo tiempo,
encuentro que la motivación más poderosa proviene de la emoción. Trasladando
esto al deporte, es innegable el nivel de emoción que despierta cualquier
deporte, en ese sentido, el deseo de superarse es casi automático cuando el
deporte que practicamos nos agrada. El segundo, y no menos importante, tiene
que ver con lo que planteo en el párrafo anterior, debemos tener una necesidad,
la necesidad de mejorar. No cabe más que el deporte exige mejoría. Sea este por
afición o profesión, uno siempre busca ser mejor que la vez pasada, incluso que
la jugada o el intento anterior.
En conclusión, todos tenemos la capacidad para
desarrollarnos en cualquier cosa que nos guste y seamos sabiamente guiados,
solo debemos entrenarnos para mejorar, para crecer, para autorrealizarnos. Y si
bien pueden existir muchas formas de lograrlo, humilde y seriamente creo en el
deporte como una de las más efectivas, pues la combinación de emoción y
necesidad, es de las más poderosas.
Manuel Beltroy
Psicólogo Deportivo
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